Cuento Para Lobatos
Los espíritus de la felicidad
El niño llevaba días viajando junto al grupo de exploración, pero aun no encontraban un nuevo refugio para acampar. Finalmente encuentran un lugar cómodo y seguro cerca de un río, a los pies de un monte con un gran acantilado. El niño sumergido en su curiosidad se separa sigilosamente del grupo con el objetivo de ir a investigar estas nuevas tierras. Tras una larga caminata y ya, muy exhausto, llega a lo más alto del monte, donde se encuentra unas figuras de piedra que parecían haber sido ordenadas por alguien o algo, - debe ser algún templo-, pensaba en su interior, cuando una fuerte brisa lo acaricia y lo llena de temor. Súbitamente, aparecen tres espectros que lo rodean. – Yo soy Rek´sai, el espíritu de la felicidad, y estos son mis hermanos Selk y Shurima. Hemos analizado tu alma. No estás tranquilo, amas lo que haces, pero añoras volver a la seguridad de tu manada. Además, no sabes tu verdadero propósito en la selva-. Los espíritus sabían como ayudar al niño, pero querían ver si era digno de recibir su consejo. -Para que no mueras de hambre, toma este fruto eterno y sagrado, con una mordida no sentirás hambre por semanas. Para que no mueras de frío, toma este manto. Su piel te recubrirá, y te sentirás en el seno de tu madre; cómodo y seguro. Y si no quieres seguir siendo el débil de la manda, acepta este elixir. Fue extraído de el árbol de la fuerza y la sabiduría. Un solo trago y serás capaz de superar cualquier problema. Con estas tres reliquias, serás invencible ante cualquier adversidad. Pero si alguien se llaga a enterar que las posees, vendremos a arrebatarte tu alma, la convertiremos en una roca y la acomodaremos en uno de estos monolitos. Aun así, si logras sobrevivir manteniendo el secreto, te revelaremos toda la verdad acerca de la felicidad.
El niño regresa al campamento muy entusiasmado por el desafío de los espíritus, pero todos sus hermanos lobos estaban exhaustos y hambrientos por la larga expedición. Además, el lugar parecía carecer de otros animales por lo que era imposible alimentarse. Pasan los días y los lobos luchaban por sobrevivir, pero el niño no parecía haber perdido ni una sola gota de energía. Los lobos, maravillados por su fortaleza, especulaban que él sería el nuevo líder de la manada, pues ni Akela había sido capaz de sobrellevar tan bien la excursión en sus tiempos de juventud. Finalmente, el niño empezó a ser muy valorado y respetado por los demás, y se sentía muy bien. No obstante, todavía no era feliz. Es más, le dolía ver que sus hermanos lobos sufrían y agonizaban frente a las extremas condiciones que evidenciaban la llegada del invierno. El niño deseaba ayudarlos, pero estaba muy cómodo, y no se atrevía a desobedecer a los sabios espíritus, pues sabia que si lo hacia, ellos vendrían a matarlo.
Luego de unos días, el niño se entera de que Bhoot su mejor amigo lobo estaba muriendo. El frío y el hambre se lo estaban llevando, así como a muchos más de la manada. El niño saca de su bolso las tres reliquias ancestrales y comienza a abastecer a sus hermanos. Todos sentían como instantáneamente se fortalecían. Ya sanados, van a agradecerle al niño, pero en tanto lo encuentran lo ven muerto, tirado en el suelo; frío y delgado, como su toda su fuerza se le hubiese arrebatado de un segundo a otro. De repente, el niño recupera la conciencia, pero no estaba en su cuerpo; estaba en monte frente a los tres espíritus. El niño rogaba por su perdón, pues no quería que su alma quede encarcelada en una roca por toda la eternidad. – Nos desobedeciste- dicen los espíritus. -Aun así, has actuado pensando en los demás, teniendo en cuenta el miserable destino que te esperaba. Nos demostraste que eres mucho más que un humano; tu alma es la mas pura que ha llegado a estas desoladas tierras. Por esto te queremos revelar la verdadera felicidad eterna. El niño, estupefacto, ve como los sagrados extraen una esfera de cristal de un añoso cofre de oro. Los espíritus se la muestran, y ve en ella como todos los lobos hacían sus mayores esfuerzos para traerlo devuelta a la vida. -La felicidad no es un objeto, o algo que encuentras y se impregna en tu ser. Son momentos fugases en donde tu alma arde, como una gran flor roja, pero que tarde o temprano terminará desvaneciéndose. Pero es tu manada la que hace que este fuego se alimente cada vez más, y se mantenga siempre radiante; son tus amigos, tus lideres, tus padres y hermanos, los que construirán un puente entre cada momento hermoso que sostendrá toda la felicidad de tu vida. Por eso siempre piensa primero en los demás y ayuda a todos con alegría, porque no hay mayor amor que el de aquel que da la vida por sus amigos. Y esta es la verdad; el amor es felicidad. Ni el hambre, ni el frío, el cansancio o la tristeza son enemigos para esta felicidad. –
De un segundo a otro, el niño despierta entre los monolitos. La brisa mística y helada que lo acariciaba termina por desaparecer elevándose hacia el firmamento. - ¿Me he quedado dormido? - El niño confundido empieza a buscar rastro de algún otro ser, pero lo único que encuentra, es un cofre de oro. Lo abre, y ve en su interior unos frutos, un manto y una botella de cristal que contenía un liquido brillante. El niño sin pensarlo arroja el cofre por el acantilado. Al caer, el estruendo hace que un rebaño de ovejas salga corriendo de entre los matorrales. El niño corre al campamento para dar la noticia de que ha encontrado alimento.